"Me seduce hoy recrearme en los bestiarios medievales. Me parecen de pesadilla. Porque, cuando contemplamos los ornamentos esculpidos en piedra o miramos los libros miniados del arte gótico, parece como si se removieran, hinchándose de gritona fauna, los paneles decorados. Me los figuro como si sus miles de animales extraños los hubiese traído un viento salvaje. ¿Qué significan, pues, semejantes seres que animan fuentes o arboledas en los códices medievales? ¿Qué misterio nos traen esas fieras sañudas que trepan por los elementos arquitectónicos?
Dichos animales provienen de una literatura con temas y lugares poblados de leyendas y mitos; pero significaban, a su vez, vicios o virtudes perdurables. Digo más: representaban un equipaje ideológico donde cabían leyes morales que, a través del bestiario, eran expuestas al pueblo llano, el cual venía adoctrinado previamente, en su significado. Así, muchísimos animales fantásticos se extendieron por frontis, dinteles, gárgolas, archivoltas, capiteles y claves. El espacio constructivo convocó a una fauna vigorosa, creando vida en el ornamento románico, trayendo una energía sin freno tocada de sangre exótica.
No resulta fácil -contemplando estas imágenes intranquilizantes- entender sus claves explicatorias. Ya San Isidoro en sus Etimologías nos entrega alguno de tales significados. Del "grifo" nos dice: "Animal alado, cuadrúpedo. Esta clase de animal vivía en los montes hiperbóreos; tiene cuerpo de león y rostro de águila; son muy dañinos para los caballos y despedazan a los hombres que ven". Otros autores añaden más: su tamaño gigante es como de ocho leones y mantienen la fuerza de cien águilas. Pero aquí viene lo afirmativo: habitan en las fantásticas tierras del Preste Juan.
¿Qué nos evocan, pues, todas estas creencias? Que los fantásticos animales de los bestiarios fueron clasificados en positivos y negativos, de acuerdo a su capacidad de hacer daño o beneficiar al hombre. La Edad Media, sobre todo la relativa al tiempo románico, la sabemos poseída de un dualismo casi maniqueo. Nuestro mundo se convierte en campo de batalla en el que se dilucida el triunfo del Bien y el Mal. Y el personaje puesto en juego será el ser humano. Un hombre que allá en el fondo, tiene la ayuda de Dios y que podrá vencer al fin, siempre que sepa luchar tenazmente y sin desfallecimiento. Por eso, dentro de tan radical dualismo, habremos de sintetizar las representaciones halladas en los monasterios románicos: un bestiario, donde los animales son buenos o malos.
"La Clave", atribuida a Melitón de Sardes, apologista del siglo II fue una de las obras más usadas por los artistas; un tratado que daba explicación del bestiario, en lo referente a plantear imágenes del Bien y del Mal. Luego, Honorio de Autun, Felipe Thaon y otros escritores, completaron con compendios posteriores, este resumen de la fauna mítica. Y como tales obras circularon por toda Europa, se comprende que fueran sus historias bien aprovechadas por los artistas. Nunca el bestiario jugó un papel tan sustancialmente religioso en el arte del Medioevo.
En Silos encontramos capiteles donde luchan animales fantásticos de todo tipo: leones y dragones; águilas con cabeza leonina; aves con cuellos muy largos que se retuercen sobre sus patas; arpías con cabeza femenina cuerpo de ave y garras poderosas; seres positivos y negativos que brotan de unos posos de cultura cristiana o pagana; es decir que han sido decantados de soluciones ideológicas anteriores.
Pongo un ejemplo de dos animales semejantes, sacados del bestiario tradicional: las "arpías" y las "lamias". Ante ambas especies, cabe promover la siguiente pregunta: ¿Cómo se distinguen si son aparentemente iguales en su carácter maligno? Las "arpías" ya eran aves negativas situadas por Virgilio -uno de los autores clásicos más leído en este tiempo- a la entrada de los Infiernos. Su maldad consistía en ser raptoras de niños y de almas. Igualmente la "lamia" era otra ave que atraía cantando a los incautos a quienes devoraba (Religiosamente equivalía a la imagen de la tentación). Por eso en sus trazas, "arpías" y "lamias" se representaban con cuerpo de ave y cara de mujer. ¿Dónde encontrar, pues, la diferencia en tan ambigua identidad? Esta es la nota: la "lamia" tiene cuernecillos en la frente y le sale de la boca una serpiente -manera de recordarnos el diálogo tentador del Paraíso- lugar donde el demonio, con aspecto de culebra, engañó a la primera pareja.
No exagero, por tanto, si escribo que el secreto de los bestiarios se ha perdido entre la doctrina -hoy ignorada- del cristianismo que los impuso. Por lo cual, apenas puede el pueblo de nuestros días, reconstruir las claves de ese mapamundi medieval, donde pululan animales tan simbólicos. Paradójicamente muchos comentaristas sólo aplican, a estas especies fantásticas, el objetivo del terror. Así que se ha perdido el abolengo de aquella Iglesia naciente, peregrinante, porque se llamó a la época de los bestiarios con un despego supremo. ¡La edad de las tinieblas! ¡Una etapa de carnes hechas al dolor y con estampa de sociedad doliente! ¡Un mundo sin luces! "
CUESTIONES
¿De dónde provienen los bestiarios? ¿Puedes citar alguna fuente?
¿Cómo describe el autor a los Grifos?
¿Por qué argumenta el autor que hay animales fantásticos buenos y malos?
¿Se puede relacionar con la situación histórica que existía en la Península Ibérica?
Investiga en la web y encuentra ejemplos de Arpias, Lamias y Grifos en la plástica románica española.
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